Dámaso
Rico se exilió en Argelia con apenas 10 años de edad junto a su madre Esperanza
Rodríguez y su hermano Mariano Rico de 16 años. En España se quedaron atrapados su padre y su hermana pequeña. Su odisea comenzó en Benidorm a
mediados del mes de marzo de 1939 y siguió en una espera de 11 días en el African Trader, después en la prisión de Orán, posteriormente en el Campo de Concentración de Carnnot (para
familias) y finalmente en Ben Chicao. 9 años después su madre pudo traer de la
España de Franco a la hermana de Dámaso, que había sido enclaustrada en un convento.
Después de la II Guerra Mundial se instalaron en la localidad de Blida donde
empezaron una nueva vida. Su testimonio aclara algunos detalles del viaje
del African Trader y el posterior exilio, visto con los ojos de
un niño inquieto que recuerda todo, como si hubiera ocurrido ayer.
–¿Dámaso, cómo viviste los
últimos días de guerra en Benidorm?
–En plena guerra estábamos alerta
todos los días. Que si los fascistas habían entrado a tal sitio, o a otro… Todos los
días venían a bombardearnos. Pasaban sobre la isla de Benidorm, veíamos al que
llamábamos “El Zapatones”, un hidroavión al que seguía una escuadrilla de
Junkers que bombardeaban Alicante.
–¿Y cómo os exiliasteis?
–Aprovechamos un coche militar que
llevaba pescado, lo apalabramos dos o tres días antes de que partiera el barco,
que partió el 19 ó el 18 de marzo. Todo se hizo gracias a gente que conocíamos
y el boca a boca, porque no había ni wassap ni todas estas cosas que hay ahora.
Mi madre lo negociaba todo.
Subimos al barco (African Trader)
con mi madre y mi hermano Mariano, que estuvo después en el desierto [Campos de trabajos forzados].
Porque mi hermana se quedó en Torrecaladó, Murcia, en un colegio de niñas.
–¿Qué recuerdas del barco que os
llevó a Argelia?
–El African Trader era un barco muy
viejo y (el olor) de las bodegas picaba la nariz, porque habían traído trigo y
llevaba carbonilla –polvo de carbón–. El trigo florecía y fermentaba. La
tripulación, me parece que era griega. Dormíamos encima de la chapa del barco
con una manta o lo que traíamos, porque hubo que tirar maletas y todo al agua,
porque no nos dejaban llevar más, porque decían que no iba a haber sitio.
Después iba el barco medio vacío. Dormíamos encima de la chapa que tenía unos
remaches como puños.
–Supongo que las condiciones de
vida en el barco serían difíciles, había poca comida, piojos,…?
–¿Para los piojos? En la ropa
llevábamos alcanfor, en una bolsita de trapo poníamos un poquito de bolas de
alcanfor, (nos lo colgábamos) con un imperdible, porque así los piojos no
venían.
–¿Recuerdas el accidentado viaje
del African Trader?
–Nos salió el Canarias. Íbamos
navegando y de repente salieron unos barcos por el horizonte, por Málaga o un
poco más lejos. Y empezaron a hacer señales de morse (con luces) y los
chiquillos no sabíamos nada, ni los mayores, pero ellos (los tripulantes) sí
sabían. Y el barco empezó a dar media vuelta y 2 fragatas se acercaron, una a
cada lado del barco, nos iban a dirigir para que nos volviéramos otra vez, a
Baleares o a otro sitio, que si no volvíamos nos hundían. La gente estaba
escandalizada, los hombres aterrorizados empezaron a romper papeles,
pasaportes, identidades y a tirarlos al agua, creyendo que nos iban a hundir.
Para nosotros los chiquillos era una aventura.
La tripulación (del African Trader)
eran protectores nuestros. Fueron nuestros protectores. Y nos llevaron
ahí. Nos decían riendo: “Allez espagnols gandula, gandula” Que quiere
decir que os van a dar (los franceses) que había que levantarse y andar por
allí…
El capitán fue muy listo. Se fue
alejando, alejando,... que si una vuelta, que si por aquí, o por allá… y también
empezó a llamar. Vinieron unos barcos de control de Gibraltar, eran los barcos
que cerraban el estrecho de Gibraltar, porque estaba la cosa que iba a estallar
la II Guerra Mundial. Llegaron unos barcos que eran ingleses, pero nosotros no
sabíamos, veíamos los cañones que los ponían enfrente y no sabíamos. Después
nos enteramos. Estábamos en aguas internacionales, nos acompañaron un poco más
lejos. Y (los barcos del bando franquista) se tuvieron que marchar. El Canarias, sobre todo me acuerdo del Canarias.
Vimos Orán. ¡Tierra! ¡tierra! Es
muy parecido a Alicante. Hay también un castillo grande. Castillo de Santa
Bárbara. No nos dejaron entrar en el puerto. Echaron las anclas y vinieron (la autoridad portuaria) porque las querían cortar con soplete y dejarnos a la deriva. Porque también
nos rechazaron. Nos dejaron fuera. Estuvimos 11 días en el barco. Y a
los 11 días cogieron a las mujeres y a los niños, y nos llevaron a la prisión
civil de Orán en camiones. Con Senegaleses, que eran soldados, con la cara
cortada (en vez de tatuajes se hacían cortes). Las gentes del SEPA, les
dan un (fusil) y lo que les dicen, lo hacen.
–El African Trader estuvo mes y
medio en la rada del puerto ¿Cómo fue el desembarco?
Bajamos del barco por la
escala (del remolcador). Mujeres, niños,… como podíamos poníamos un
pie en tierra y el otro en el camión. Y del camión a la prisión civil. Una prisión
vieja, rota, desafectada, no tenía techo… Nosotros los chiquillos, lo que digo
siempre: a jugar a manos arriba, a esto, lo otro.
Bajamos por una escalerilla
lateral, de esas que se mueven, que están con cuerdas, colgadas al lado del
barco. Se movía por todas partes. Subimos a unos camiones que estaban
reculados con lonas, de la aviación de Francia… Llegamos a la prisión de Orán y
nos dicen “a desembarcar”. Al entrar allí con una maquinilla (nos cortan) el pelo al cero.
Todos. Mujeres y niños. Los hombres se quedaron en el barco. Nos daban una
pellada de jabón de pasta, como pomada, negra encima de la cabeza nos la
pegaban y: “a la ducha”. Había dos o tres hombres con uniforme como de falange
que pinchaban a uno y a otro con la misma aguja. Y a las mujeres lo mismo. La
ducha era como un pasillo con un tubo arriba con muchos agujeros, como los
lavacoches, y salimos por el otro lado, había 2 que eran como los jefes con un
montón de ropa, como la que hay aquí de Cáritas. A mí y a otro nos vistieron de
chica.
–Estabais junto al Stanbrook y
el Lezardieu en el puerto de Orán, esperando a que os dejasen desembarcar ¿Qué
recuerdas de los días que estuviste en el barco?
Vimos que venían muchas barcas
alrededor del barco. A vendernos cosas, con una cuerda y una cesta y no había
dinero. (Pedían) pesetas de plata. Si tenías una peseta de plata podías comprar
algo: un pan,… Y otros venían a ver y cobraban a la gente por venir a remo
alrededor del barco para enseñarles que iban a venir “los rojos”.
También con 4 ó 5 sombreros de paja
metidos unos encima de otros, los cogían y tiraban de una cuerda con ganchos
para que repartiéramos hasta a quien le llegara. Igual estábamos 100 ó 200 y
solo había 3 sombreros.
Había un chico que era periodista y
se tiró de la chimenea (del Stanbrook) a la chapa del barco y se mató.
–Muchos pasajeros cuentan que
tuvieron que pagar por embarcarse en alguno de estos barcos ingleses, ¿Tu
familia tuvo que pagar?
–Pagamos 500 pesetas. Mi madre pagó
500 pesetas el día de antes. Unos días antes lo habían negociado. Creo que fue
en la Casa del Pueblo de Alicante. Sé que fue mi madre.
–¿Vuestro destino era Argelia?
–El objetivo del viaje era México.
Íbamos a donde pudiéramos, era salir de allí y el rumbo era México, o Colombia.
Mi madre se había comunicado por escrito con un embajador. México iba a recoger
a muchos refugiados.
–¿Cómo conseguisteis la
documentación?
–Esto empezó en Benidorm, en la
alcaldía. Se llamaba Roig el alcalde de ese momento. Ahí hacían todo eso
(documentación). Porque nos íbamos a ir 2 ó 3 días antes en un barco de pescar
merluza, pero se rajaron. Nos íbamos los comprometidos, el alcalde,… gente que
sabía que si (los franquistas) llegaban les fusilaban. Pero falló (el pesquero)
y las mismas personas se organizaron, negociaron... En Benidorm.
–¿Cómo fue la salida de la
prisión de Orán?
–Fuimos a una colonia de
vacaciones, tenía estadio de fútbol, era donde pasaban las vacaciones los
chicos franceses, que también gestionaron los maestros. Pero ahí hubo lío y mi
madre y las otras dijeron que no. Que si no iban todos no iba ninguno.
–¿Y adónde os llevaron?
–Pues venían de repente, sin
saber nosotros nada. Habían dado la orden los que dirigían los campos. “Allez”
“Vaciad las colchonetas” y todos a vaciar las colchonetas. Y ya nos olíamos
algo. Íbamos andando o nos llevaban en camiones a un tren, pero un tren para
borregos, y no sabíamos adónde íbamos. Viajábamos toda la noche y se paraba en
una estación y se quedaba parado (el tren) varias horas en una estación. Y los
soldados senegaleses alrededor para que no escapáramos. Y después resulta que
llegamos a un sitio y a andar otra vez, siempre con los senegaleses con las
bayonetas caladas, no nos dejaban. Llegamos ahí (Campo de Concentración
de Carnnot) y había unos barracones de madera. Cabía 14 o 15 en cada barracón.
Habían traído con un camión hojas de maíz, era con lo que llenábamos las colchonetas,
o con paja.
Estuvimos poco tiempo. Un día
vienen otra vez y nos dicen “Allez, recoged todo que nos vamos otra vez” , a
Ben Chicao, en invierno, en plena nieve, en la Cabilia. Aquello había sido una
granja parada, abandonada, desafectada.
Estuvimos 3 años, yo tenía 13
años, luego nos soltaron en Blida, cuando acabó la guerra.
Mi hermana estaba en España. La recuperamos 9 años después. Ahora
vive en Niza.
David Coronado